domingo, mayo 23, 2010

Nostalgia

Concluir con el Taller de composición me da algo de nostalgia. Como que extrañaré a los chamacos. Como que me harán falta sus preguntas. Como que echaré en falta sus retitos.


Terminar los demás cursos no me provoca absolutamente nada.

sábado, mayo 22, 2010

Mi lectura sobre Travesti de Carlos Reyes Ávila


Travesti: hacia la novela de formación transexual
Elizabeth Villa, Feria del Libro en Tijuana 2010

Travesti es una novela cuya función más destacada es la de poner en el discurso el mundo de las vestidas. Si bien la literatura mexicana se ha dejado de rodeos en la última década abordando ya temáticas relacionadas con las fronteras genérico-sexuales, son pocas, aunque no ausentes, las novelas cuya unidad radica en la búsqueda de la identidad transexual. Las mujeres, gracias al parloteo suscitado por la revolución feminista, hemos tenido amplio espacio para el debate sobre la construcción de nuestra identidad. A este debate ha dado respuesta el arte en sus diferentes manifestaciones y entre éstas la literatura. Los hombres, por su parte, crearon antes que nosotras todo un género, el bildungsroman o novela de formación, para enseñar a los jovencitos qué hacer con los deseos y la melancolía en la etapa de su crecimiento. Este género, que es una especie de novela subordinada a la estructura del ciclo vital de los y las adolescentes, ha funcionado con éxito para decantar la existencia literaria de la juventud. Pero a medida que los cuestionamientos sobre la libertad de elección sexual son puestos en el discurso, viejas prácticas como el travestismo, que antes se aceptaba como una fantasía privada de los caballeros, también exigen su representación en la literatura.
La característica estructural que define a la novela de formación es que muestra principalmente el desarrollo físico, moral, psicológico y social de un personaje desde su infancia hasta la etapa de madurez. Han sido novelas de formación Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Gohete, Nada, de Carmen Laforet y El retrato del artista adolescente de Joyce. Todas ellas se estructuran en torno a los descubrimientos y procesos de iniciación de una persona joven en el mundo de los adultos.
Las novelas de formación son novelas de tránsito. Paso de una edad a otra. Rituales donde se transforma la identidad. Por eso el relato que nos cuentan termina cuando la metamorfosis del personaje ha concluido.
Entonces, Travesti, como la mayoría de las novelas con temática gay en México, puede ser considerada una novela de formación transexual. Si bien Óscar, el escritor que usa como pretexto la investigación para una novela y de esta manera se sumerge en el mundo de las vestidas, no llega a hacerse cuestionamientos profundos sobre su identidad sexual, sí existe una serie de personajes que, como un coro, representan las variantes de un mismo sujeto que narra el testimonio de su transformación. En la novela, Óscar utiliza la entrevista para dar la voz a los travestidos. Así vemos aparecer a Camelia, la primera casi-vestida de Torreón; a Sonia, la sensación de los años sesentas; a Verónica Verano y a Paulina, entre otras. Todas ellas nos narran los años de aprendizaje para convertirse en “mujeres”.
¿Qué quiere un travesti?, se pregunta la novela. Quiere, quizá, aquello que busca representar: la maximización de los rasgos sexuales de la mujer. Pechos grandes, caderas y nalgas pronunciadas, cinturas estrechas, cabellos largos, altos tacones y maquillaje impecable, curiosamente todo aquello que la mujer liberada se ha esforzado por refrenar. ¿Qué queremos las mujeres? Dejar de ser sólo objetos del deseo sexual de los hombres. Entonces, ¿Qué clase de mujer desea ser el travesti? Queda claro, al leer la novela, que el verdadero planteamiento dejado en el aire es ¿qué es una mujer? pero al narrador no le interesa el debate feminista, al menos no en esta obra. El propósito de la novela es poner en el discurso una “femineidad hipertrofiada, inverosímil, grotesca e incluso agresiva”, una manera de mostrar un mundo sexual absolutamente masculino, de hombres para hombres, de machos haciendo el amor consigo mismos.
Conocida y debatida es ya la noción de que la imagen de la mujer sexual es una construcción del sujeto masculino, ella ha sido todo lo otro que la autodefinición genérica no le ha permitido al hombre ser. La mujer ha sido la depositaria de los deseos y fantasías masculinos: el ideal de la Diva.
Desde Greta Garbo y aun siglos atrás la Diva ha sido, parafraseando a Benjamin, la manifestación de una lejanía. La Diva es la mujer inaccesible que en la novela de Carlos Reyes se manifiesta mediante los desdenes que las vestidas les hacen a sus mayates. Sergio elegía siempre a Sonia porque: “le gustaba su porte imponente, su elegancia y su actitud de desdén, que sólo las divas pueden tener”. En otra parte de la novela se dice: “Es fascinante cómo en La Rueda los cholos y mayates se mueren por que una vestida les haga caso. Las sacan a bailar, les invitan algunas cervezas, las tratan de conquistar como si en verdad se tratara de mujeres. No lo son y no les importa. Ellos juegan el juego, se comprometen, se fascinan, se entusiasman.” La novela de Reyes representa, de una manera que quizá las discusiones feministas no han logrado, el deseo del hombre por un ideal de belleza que le ha sido negado y la voluntad de otros hombres por satisfacer a ese deseo materializando su existencia. Aunque la mujer moderna considere como una conquista el haberse librado de la dictadura de la belleza, “los dramas, el coqueteo, la seducción y la fiesta no han cambiado, dice el narrador de Travesti, seguimos siendo puros hombres”.

De Héctor Carreto

El nacimiento de Venus

Después de nacer de la espuma
ataviada con su vestido de gotas,
los labios con sabor a marisco,
Venus confesó a su poeta:
"No creo en milagros ni en dones divinos;
soy sólida como el pan que muerdes,
imperfecta como la roca o el sueño,
mi sexo huele a sardina,
me gustan los collares de perlas,
la cerveza clara y amar sin quitarme las botas."