
Cada vez que preparo un libro de poesía para publicar me asaltan las dudas, respiro profundo para encontrar en el suspiro lo que le de fuerza y hacer la entrega de cada uno de sus poemas....
Me pregunto si vale la pena publicar otro libro, si realmente hay una verdadera causa al hacerlo, cuando en el país se viven problemáticas mas prioritarias y contundentes que pueden definir en este momento el rumbo de la historia; me pregunto, si definitivamente este libro puede ayudar a la reflexión de nuestra vida profunda o si dejo que siga cayendo el tiempo y el polvo sobre estas páginas guardadas desde hace más de una década en mis archivos.
Al momento de decidirme por publicar, lo único que sé es que vuelvo a sentirme expuesta ante el quirófano, para una operación de pecho abierto. En realidad no me duele el cuerpo, son otras cosas lo que duelen, más intangibles y sensibles, ni siquiera duelen tanto los desastres materiales que puede haber en él.
Duele algo más sutil que aparentemente no tiene nada que ver con mi cuerpo , sino con sus elementos y el cuerpo del libro; duelen algunas voces, ecos, silencios, las suturas ilegibles, las marcas con tinta indeleble, el vacío, la soledad.
Hay un dolor místico, sediento de ideales, sueños, de caricias y razones por los amantes que no alcanzaron la justicia poética; porque en todo corazón humano hay un amante que quiere ser tocado, o quizá por que la justicia poética sólo radica en la esperanza y el tiempo diseminado entre las letras.
Entre cuerpo y espíritu se libra una lucha campal siempre sobre las páginas de un libro de poesía, con la factura del riesgo consabido, buscando la integración y entendimiento a la fragmentación del ser por ese (des) “acuerdo religioso”, judeocristiano impuesto por la cultura occidental y al que le doy en los “Mandamientos de la Infiel” un sentido pícaro e irrisorio y critico hasta la ironía, pues nunca hubo división entre cuerpo y espíritu, solo una tremenda confusión y los absurdos que no faltan para entender a ambos. Apolo y Dionisios en franca lucha campal , calando adentro de la especie en extinción y en jaula, cuando en realidad son opuestos complementarios. Eros y Tanatos en un largo diálogo conmigo misma que ahora comparto con ustedes.
Definitivamente, lo que justifica a todo libro es que la impronta de escribir versos radica en una cuestión vital, para que la alegría, la ternura y el sentido más alto del amor siga dándonos esperanzas de vivir ante los tiempos que corren.
Algunos ya no tenemos remedio. Mi adicción a la poesía me ha obligado a declarar mi matrimonio con la muerte.
Versos más o versos menos,” Razones de la Dama Infiel “abre sus páginas, para que el lector lo nutra con su mirada y su sentido amatorio.
ELizabeth Cazessús