martes, junio 22, 2010

Del muy mentado libro de Toscana: Santa María del circo




Hace tiempo me lo recomendó un juarense. Según él, para mostrarme que había buenos escritores norteños. No necesitaba ser tan enfático: yo había leído ya Lontananza del mismo Toscana y me parecía que el libro era una muestra excelente de lo que se puede decir no diciendo. Exactamente lo que quiere el minimalismo. Toscana me pareció en Lontananza un digno representante del minimalismo o de cualquier corriente a la que le guste el poder de contener las palabras. Luego, Santa María del Circo se atravesó en mi camino otra vez. Fue durante la maestría. Digo durante, porque hubo alguien que se ocupó de restregarnos casi en todas las clases del Dr. Prada que Toscana sí era un excelente escritor del norte de México, sin necesidad de ser regionalista, supongo que esta persona consideraba amenazante, ridícula o extravagante el hecho de que yo escribiera una tesis sobre Luis Humberto Crosthwaite a quien, de paso, el amigo juarense también se esmeraba en compararle con Toscana. La posición era estúpida. Cada escritor tiene un registro distinto, unas obsesiones distintas, una pasión diferente. Digo, no se trataba de un concurso para elegir al "escritor del norte". Si así fuera, el premio se lo hubiera llevado con creces Eduardo Antonio Parra con su Nadie los vio salir. Anyway. La tercera vez que me topé con la Santa María fue precisamente a mi regreso a Tijuana. Acá estaba el libro (al que muchos estudiantes de la BUAP buscaron incansablemente sin resultado dado que el Dr. Prada decidió incluirlo como material de estudio de uno de sus cursos). Acá me lo encontré, en una mesa de especiales de la tienda DAX. Muchos Santa Marías apilados entre la Dieta South Beach y La indiscreta de Paty Chapoy. Lo interesante del hallazgo se resume en que el libro de Toscana tenía como precio la ridícula cantidá de treinta y cinco pesos . Sin pensarlo mucho me compré tres ejemplares. Dos de ellos terminaron en manos amigas y el otro pasó a formar parte de mi cada vez más escuálida y selecta biblioteca. En estas vacaciones decidí leerlo. Francamente, esperaba que los defensores del libro tuvieran razón. Esperaba que Toscana me sorprendiera de nuevo como ya lo había hecho con Estación Tula o con los cuentos desangelados del bar Lontananza. Pero no ocurrió así. Lo que ocurrió fue que ni siquiera he podido encontrar un calificativo que explique mi desesperación por abandonar el libro justamente a la mitad (algo parecido a lo que hice con Moby Dick). No deseché la lectura. Como niña valiente, como lectora que presume de su grado de maestra en Literatura Mexicana me arriesgué a llegar al final. Debo decir que a falta de palabras, he encontrado un blog que resume justamente lo que Santa María del Circo me provocó. Aquí va el comentario:

"La narrativa es entretenida pero no envuelve. El sarcasmo y el humor negro con el que inicia el libro es la mejor excusa para continuarlo hasta el fin. Sin embargo se pierde en la trama, se desgasta en el pueblo mientras todo comienza a destruirse; esta parte del libro se alarga, lo negro deja de tener humor e ingenio para convertirse en tragedia pesada, inevitable y predecible. A veces se abusa de la idea conceptual; es como un circo hiperrealista y kitch, los artistas parecieran estar al límite de lo humano y casi convertirse en estereotipos." (tomado de http://luischerrera.blogspot.com/2008/09/resea-santa-mara-del-circo.html)

Con los adjetivos precisos.

martes, junio 08, 2010

Edificio de Ana García Bergua


Que te guste un cuento de un cuentario significa que no se trata de tu autor o que no ha llegado el momento y que quizá no tiene por qué llegar. Que te gusten de dos a tres cuentos, es que has entendido algo del universo del autor. Que te gusten cinco cuentos de un cuentario es sin duda que estás frente a un escritor chingón. Ni más ni menos. Eso es Edificio de García Bergua, un cuentario chingón. Porque sí. Punto.

jueves, junio 03, 2010

De poemas inéditos

-En nuestras vidas no hay suficiente misterio, Hemingway, en estos tiempos lo que más falta nos hace son el escritor realmente desprovisto de ambición y el poema inédito realmente bueno.

A moveable fest, Ernest Hemingway