De sabidurías
"La sabiduría que llega a alcanzarse a través de una relación profunda, establecida a lo largo de la vida, con lo estético no puede ser reproducida, me atrevo a decir, por ningún otro modo de autenticidad"
Susan Sontag
elizabeth villa se mudó a http://frutodeltiempo.blogspot.com/ ¡allá nos vemos!
"La sabiduría que llega a alcanzarse a través de una relación profunda, establecida a lo largo de la vida, con lo estético no puede ser reproducida, me atrevo a decir, por ningún otro modo de autenticidad"
Susan Sontag
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elizabethvilla
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4:43 p.m.
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Quién alumbra
Cuando me miras
mis ojos son llaves,
el muro tiene secretos,
mi temor palabras, poemas.
Sólo tú haces de mi memoria
una viajera fascinada,
un fuego incesante.
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elizabethvilla
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11:57 p.m.
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Ayer Eliézer y yo vimos esta hermosa película que en lo particular me conmovió hasta las lágrimas(me gusta llorar en el cine). La increíble interpretación de Helen Mirren (can’t really be called overacting. It’s something bigger: emotional action painting, maybe, or symphonic installation art/ The Boston globe) hace que esta película se salga de sí misma y que de pronto la vida de Tolstoy sea un mero accesorio para la verdadera trama. Por supuesto, va más allá de ser una narrativa histórica. Ya con esto le perdono a Mirren las cochinadas que hizo en Calígula, : )
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elizabethvilla
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Eliézer es feliz. Tiene una guitarra nueva. Una guitarra comprada en los saldos de los bazares de esta nuestra zona este de Tijuana. Toca algunas melodías. Le digo que si él toca yo escribo. Le prometo escribir. Se sienta en el sillón negro. No sabe qué tocar primero. Luego de un rato de varios intentos se duerme sentado tomado del brazo y cadera del instrumento. Cuánto cariño, le digo echándole la carrilla. Así se agarra la guitarra, dice. Domingo ñoño en Villa del Real.
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elizabethvilla
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9:02 p.m.
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Hace tiempo me lo recomendó un juarense. Según él, para mostrarme que había buenos escritores norteños. No necesitaba ser tan enfático: yo había leído ya Lontananza del mismo Toscana y me parecía que el libro era una muestra excelente de lo que se puede decir no diciendo. Exactamente lo que quiere el minimalismo. Toscana me pareció en Lontananza un digno representante del minimalismo o de cualquier corriente a la que le guste el poder de contener las palabras. Luego, Santa María del Circo se atravesó en mi camino otra vez. Fue durante la maestría. Digo durante, porque hubo alguien que se ocupó de restregarnos casi en todas las clases del Dr. Prada que Toscana sí era un excelente escritor del norte de México, sin necesidad de ser regionalista, supongo que esta persona consideraba amenazante, ridícula o extravagante el hecho de que yo escribiera una tesis sobre Luis Humberto Crosthwaite a quien, de paso, el amigo juarense también se esmeraba en compararle con Toscana. La posición era estúpida. Cada escritor tiene un registro distinto, unas obsesiones distintas, una pasión diferente. Digo, no se trataba de un concurso para elegir al "escritor del norte". Si así fuera, el premio se lo hubiera llevado con creces Eduardo Antonio Parra con su Nadie los vio salir. Anyway. La tercera vez que me topé con la Santa María fue precisamente a mi regreso a Tijuana. Acá estaba el libro (al que muchos estudiantes de la BUAP buscaron incansablemente sin resultado dado que el Dr. Prada decidió incluirlo como material de estudio de uno de sus cursos). Acá me lo encontré, en una mesa de especiales de la tienda DAX. Muchos Santa Marías apilados entre la Dieta South Beach y La indiscreta de Paty Chapoy. Lo interesante del hallazgo se resume en que el libro de Toscana tenía como precio la ridícula cantidá de treinta y cinco pesos . Sin pensarlo mucho me compré tres ejemplares. Dos de ellos terminaron en manos amigas y el otro pasó a formar parte de mi cada vez más escuálida y selecta biblioteca. En estas vacaciones decidí leerlo. Francamente, esperaba que los defensores del libro tuvieran razón. Esperaba que Toscana me sorprendiera de nuevo como ya lo había hecho con Estación Tula o con los cuentos desangelados del bar Lontananza. Pero no ocurrió así. Lo que ocurrió fue que ni siquiera he podido encontrar un calificativo que explique mi desesperación por abandonar el libro justamente a la mitad (algo parecido a lo que hice con Moby Dick). No deseché la lectura. Como niña valiente, como lectora que presume de su grado de maestra en Literatura Mexicana me arriesgué a llegar al final. Debo decir que a falta de palabras, he encontrado un blog que resume justamente lo que Santa María del Circo me provocó. Aquí va el comentario:
"La narrativa es entretenida pero no envuelve. El sarcasmo y el humor negro con el que inicia el libro es la mejor excusa para continuarlo hasta el fin. Sin embargo se pierde en la trama, se desgasta en el pueblo mientras todo comienza a destruirse; esta parte del libro se alarga, lo negro deja de tener humor e ingenio para convertirse en tragedia pesada, inevitable y predecible. A veces se abusa de la idea conceptual; es como un circo hiperrealista y kitch, los artistas parecieran estar al límite de lo humano y casi convertirse en estereotipos." (tomado de http://luischerrera.blogspot.com/2008/09/resea-santa-mara-del-circo.html)
Con los adjetivos precisos.
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elizabethvilla
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7:59 p.m.
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Que te guste un cuento de un cuentario significa que no se trata de tu autor o que no ha llegado el momento y que quizá no tiene por qué llegar. Que te gusten de dos a tres cuentos, es que has entendido algo del universo del autor. Que te gusten cinco cuentos de un cuentario es sin duda que estás frente a un escritor chingón. Ni más ni menos. Eso es Edificio de García Bergua, un cuentario chingón. Porque sí. Punto.
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elizabethvilla
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8:35 p.m.
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-En nuestras vidas no hay suficiente misterio, Hemingway, en estos tiempos lo que más falta nos hace son el escritor realmente desprovisto de ambición y el poema inédito realmente bueno.
A moveable fest, Ernest Hemingway
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elizabethvilla
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4:37 p.m.
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Concluir con el Taller de composición me da algo de nostalgia. Como que extrañaré a los chamacos. Como que me harán falta sus preguntas. Como que echaré en falta sus retitos.
Terminar los demás cursos no me provoca absolutamente nada.
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elizabethvilla
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6:19 p.m.
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Travesti: hacia la novela de formación transexual
Elizabeth Villa, Feria del Libro en Tijuana 2010
Travesti es una novela cuya función más destacada es la de poner en el discurso el mundo de las vestidas. Si bien la literatura mexicana se ha dejado de rodeos en la última década abordando ya temáticas relacionadas con las fronteras genérico-sexuales, son pocas, aunque no ausentes, las novelas cuya unidad radica en la búsqueda de la identidad transexual. Las mujeres, gracias al parloteo suscitado por la revolución feminista, hemos tenido amplio espacio para el debate sobre la construcción de nuestra identidad. A este debate ha dado respuesta el arte en sus diferentes manifestaciones y entre éstas la literatura. Los hombres, por su parte, crearon antes que nosotras todo un género, el bildungsroman o novela de formación, para enseñar a los jovencitos qué hacer con los deseos y la melancolía en la etapa de su crecimiento. Este género, que es una especie de novela subordinada a la estructura del ciclo vital de los y las adolescentes, ha funcionado con éxito para decantar la existencia literaria de la juventud. Pero a medida que los cuestionamientos sobre la libertad de elección sexual son puestos en el discurso, viejas prácticas como el travestismo, que antes se aceptaba como una fantasía privada de los caballeros, también exigen su representación en la literatura.
La característica estructural que define a la novela de formación es que muestra principalmente el desarrollo físico, moral, psicológico y social de un personaje desde su infancia hasta la etapa de madurez. Han sido novelas de formación Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Gohete, Nada, de Carmen Laforet y El retrato del artista adolescente de Joyce. Todas ellas se estructuran en torno a los descubrimientos y procesos de iniciación de una persona joven en el mundo de los adultos.
Las novelas de formación son novelas de tránsito. Paso de una edad a otra. Rituales donde se transforma la identidad. Por eso el relato que nos cuentan termina cuando la metamorfosis del personaje ha concluido.
Entonces, Travesti, como la mayoría de las novelas con temática gay en México, puede ser considerada una novela de formación transexual. Si bien Óscar, el escritor que usa como pretexto la investigación para una novela y de esta manera se sumerge en el mundo de las vestidas, no llega a hacerse cuestionamientos profundos sobre su identidad sexual, sí existe una serie de personajes que, como un coro, representan las variantes de un mismo sujeto que narra el testimonio de su transformación. En la novela, Óscar utiliza la entrevista para dar la voz a los travestidos. Así vemos aparecer a Camelia, la primera casi-vestida de Torreón; a Sonia, la sensación de los años sesentas; a Verónica Verano y a Paulina, entre otras. Todas ellas nos narran los años de aprendizaje para convertirse en “mujeres”.
¿Qué quiere un travesti?, se pregunta la novela. Quiere, quizá, aquello que busca representar: la maximización de los rasgos sexuales de la mujer. Pechos grandes, caderas y nalgas pronunciadas, cinturas estrechas, cabellos largos, altos tacones y maquillaje impecable, curiosamente todo aquello que la mujer liberada se ha esforzado por refrenar. ¿Qué queremos las mujeres? Dejar de ser sólo objetos del deseo sexual de los hombres. Entonces, ¿Qué clase de mujer desea ser el travesti? Queda claro, al leer la novela, que el verdadero planteamiento dejado en el aire es ¿qué es una mujer? pero al narrador no le interesa el debate feminista, al menos no en esta obra. El propósito de la novela es poner en el discurso una “femineidad hipertrofiada, inverosímil, grotesca e incluso agresiva”, una manera de mostrar un mundo sexual absolutamente masculino, de hombres para hombres, de machos haciendo el amor consigo mismos.
Conocida y debatida es ya la noción de que la imagen de la mujer sexual es una construcción del sujeto masculino, ella ha sido todo lo otro que la autodefinición genérica no le ha permitido al hombre ser. La mujer ha sido la depositaria de los deseos y fantasías masculinos: el ideal de la Diva.
Desde Greta Garbo y aun siglos atrás la Diva ha sido, parafraseando a Benjamin, la manifestación de una lejanía. La Diva es la mujer inaccesible que en la novela de Carlos Reyes se manifiesta mediante los desdenes que las vestidas les hacen a sus mayates. Sergio elegía siempre a Sonia porque: “le gustaba su porte imponente, su elegancia y su actitud de desdén, que sólo las divas pueden tener”. En otra parte de la novela se dice: “Es fascinante cómo en La Rueda los cholos y mayates se mueren por que una vestida les haga caso. Las sacan a bailar, les invitan algunas cervezas, las tratan de conquistar como si en verdad se tratara de mujeres. No lo son y no les importa. Ellos juegan el juego, se comprometen, se fascinan, se entusiasman.” La novela de Reyes representa, de una manera que quizá las discusiones feministas no han logrado, el deseo del hombre por un ideal de belleza que le ha sido negado y la voluntad de otros hombres por satisfacer a ese deseo materializando su existencia. Aunque la mujer moderna considere como una conquista el haberse librado de la dictadura de la belleza, “los dramas, el coqueteo, la seducción y la fiesta no han cambiado, dice el narrador de Travesti, seguimos siendo puros hombres”.
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elizabethvilla
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11:25 p.m.
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El nacimiento de Venus
Después de nacer de la espuma
ataviada con su vestido de gotas,
los labios con sabor a marisco,
Venus confesó a su poeta:
"No creo en milagros ni en dones divinos;
soy sólida como el pan que muerdes,
imperfecta como la roca o el sueño,
mi sexo huele a sardina,
me gustan los collares de perlas,
la cerveza clara y amar sin quitarme las botas."
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elizabethvilla
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11:13 p.m.
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elizabethvilla
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11:14 a.m.
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Para poder ser capaz de ver la Luz y las bendiciones de las acciones espirituales importantes que hacemos, tenemos que asegurarnos de que nuestro ego no se involucre. Cuando queremos que la gente sepa lo que hemos hecho –y nos respete por eso– hacemos que nuestras acciones espirituales resulten casi inútiles.
Esto requiere consciencia constante, ya que el ego es muy peligroso y busca constantemente maneras de entrar en la situación.
Esta idea está perfectamente ilustrada en una historia famosa acerca de Rav Zusha de Anipoli.
Él viajaba por el campo y mientras entraba en cierto pueblo, vio a mucha gente vestida elegantemente y parada esperando a que iniciara una boda. Parecía ser que había un retraso, y se enteró de que esto se debía al hecho de que la madre de la novia había perdido la dote y no podía pagar la boda.
Rav Zusha se abrió paso entre la gente y encontró a la madre de la novia. Se acercó y le dijo, "Escuché que ha perdido la dote de su hija. ¿Puede por favor decirme las denominaciones del dinero para que pueda ayudarle a buscarlo?". Después de contarle los detalles, Rav Zusha respondió, "Creo que he encontrado su dinero. Permítame regresar a la posada donde me alojo y traérselo".
Volvió media hora más tarde y dijo, "Encontré su dinero". Todo mundo estaba emocionado, y pronto se corrió la voz de que la boda procedería como se había planeado. Sin embargo, de la nada Rav Zusha anunció, "Quiero tomar una cuota de 30% de la dote por haberla encontrado".
Todo el mundo comenzó a gritarle, "¿Qué está loco? ¡Una cuota por haberla encontrado! ¡Este dinero está financiando la boda! ¡¿Cómo se atreve?!".
"Perdón, pero creo que me merezco una cuota del 30% por haberla encontrado, y me gustaría que me la dieran ya", respondió. Pues bien, eso causó un alboroto, como habrán de imaginarse, y toda la familia se abalanzó sobre él, le arrebato el dinero de las manos, y lo echaron del pueblo como un criminal cualquiera.
Unos meses más tarde el líder del pueblo visitaba al maestro de Rav Zusha, el Maggid de Mezrich, y le contó lo que había pasado. "No entiendo. Es un estudiante tuyo. Esperaba que su comportamiento fuera ejemplar. ¿Cómo pudo comportarse de forma tan egoísta?".
Perplejo, el Maggid de Mezrich llamó a Rav Zusha y le dijo, "Quiero que nos cuentes la verdadera historia acerca de lo que pasó en ese pueblo". Rav Zusha objetó, diciendo que preferiría no hacerlo porque era muy vergonzoso. Después de darle vueltas al asunto, el Maggid finalmente le dijo, "Como tu maestro, te ordeno que me cuentes la historia".
Así que la contó. "Estaba yo viajando de pueblo en pueblo recaudando dinero para la boda de mi hija. Me tomó cerca de dos meses, pero al final reuní dinero suficiente. Cuando llegué a este pueblo y escuché la triste historia de la dote perdida, decidí que como la boda de mi hija no sería hasta dentro unas cuantas semanas, y ésta se estaba llevando a cabo en ese momento, lo correcto era tomar el dinero que había reunido y dárselo a esta familia. Así lo hice.
Pero, quería asegurarme de que nadie sabría lo que había hecho, así que le pregunté a la madre sobre la denominación correcta para asegurarme de que creería que el dinero era de ella. Regresé a la posada donde me estaba quedando, tomé la dote de mi hija, y fui a cambiar el dinero a las denominaciones especificadas por la madre.
En mi recorrido, mi ego empezó a hablarme. "Zusha, ¿quién más en el mundo haría lo que estás haciendo ahora? ¿Quién más en el mundo tomaría el dinero que pasó meses reuniendo, para la boda de su hija, y se lo daría a un extraño? ¿Quién más en el mundo es tan considerado y compartido como tú lo eres?". A cada paso que daba, mi ego hablaba más alto y se hacía más fuerte.
Me di cuenta de que si dejaba que mi ego creciera, mi acción se convertiría en algo casi sin ningún valor. Sí, habría sido un sacrificio personal grandioso, pero también habría estado completamente arrebatado por mi ego. Sabía que tenía que encontrar tanto la forma de hacer la acción importante, como de aniquilar a mi ego para que no creciera con esta acción. Fue entonces que se me ocurrió la idea de una cuota por haber encontrado la dote, sabiendo de lleno que me echarían del pueblo avergonzándome.
Era el plan perfecto, Podía llevar a cabo la acción de compartir, y aún así disminuir mi ego".
La lección de esta historia es que las grandes acciones de compartir –cuando son hechas de manera tal que hacen crecer al ego– se vuelven casi nulas. De hecho, pueden ser incluso dañinas. Debemos tener cuidado para que cuando hagamos acciones positivas –especialmente si son grandes y significativas– también pensemos en maneras de prevenir que éstas agranden nuestro ego. Sólo entonces podremos estar seguros de que estas acciones traerán tanta Luz y bendiciones como puedan a nuestras vidas.
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Creo que nunca en mi vida había realizado un trabajo intelectual tan intenso como en estos dos años de la maestría. Uno de los resultados de ello es que la tesis ya está lista y en manos de los lectores y que yo puedo irme sin cargos ni culpas a mi hermosa Tijuana.
Hay planes que suenan bien. Que son planes concretos y no pendejadas. Planes de vida personal y académica que son bastantes y buenos para llevar una vida plena y feliz.
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3:45 p.m.
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1. Para atravesar de nuevo los 3800 kilómetros que me separan de mi hogar he de escribir veinte cuartillas en un lapso de 45 días que deben ser revisados a más tardar en abril.
2. Ya me voy, le dije a Lety, ¿y valió la pena?, me preguntó, sí, la neta sí valió, aunque no se vea, le dije.
3. Volver a entijuanarme. Ayer volví a ver a Puebla bonita, y sin resentimientos.
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4:05 p.m.
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Una de las tareas para la que no se necesita preparación es la de atender una casa aunque hay quienes creen lo contrario. Por esta razón deciden contratar a alguien que se haga cargo de los deberes cotidianos. Fragmentan de esta manera su relación con el hogar. Una relación que debiera crecer lenta e íntima como un tallo verde de bambú.
Denise se había marchado a París. Convenimos en que yo podía quedarme en su casa a cambio de dos mil pesos mensuales y hacerme cargo del gato y de las plantas. El edificio donde se ubicaba el departamento era un inmueble viejo. Algún vecino me platicó que a causa de un divorcio la residencia se había dividido en dos. Subiendo a la azotea además de contemplar el paisaje uno podía apreciar la línea de pintura blanca que la separaba en dos hemisferios.
Me correspondía alimentar a la mascota y regar de vez en vez una hilera de macetas que se ubicaba en el pasillo del extremo derecho. Ignoro los nombres de cada una pero debo decir que desde que me hice cargo de ellas nuevos brotes aparecían dotando al jardín de una verde vivacidad que anteriormente no poseía. Así me lo hicieron ver los vecinos.
También había notado la feliz coincidencia en cuanto al perfil humanístico de los residentes. En el ala derecha teníamos a un médico jubilado y a un profesor de lenguas. El extremo izquierdo albergaba a un comerciante de libros religiosos, una psicóloga y un defensor de los derechos humanos. Todos ellos pasaban por ser personas reservadas y concentradas en sus ocupaciones. La nieta del médico jubilado me hizo ver que se trataba de un vecindario extraño. “¿Extraño?”, -le pregunté-. Sí, me contestó, todos en este edificio son viejos menos tú. Y hasta ese momento creo que ella tenía razón.
Normalmente regaba las macetas por la noche. Aprovechaba para respirar el aire nocturno y disfrutar de la soledad callada del pequeño jardín. Notaba que una a una las plantas iban alzándose y recuperando soberbiamente su naturaleza anterior. Como si la dedicación con que me conducía hacia ellas les permitiera recobrar una olvidada condición vital.
Aquello sucedió en un día feriado. Era viernes y se empataba perfecto para hacer un largo fin de semana. El edificio permanecía tranquilo sin la mayoría de sus habitantes. Tal serenidad me llevó a cambiar la rutina. Empecé por atender el jardín desde la mañana. Cuando llegué a la mitad del pasillo me detuve para arrancar los tréboles silvestres que invadían una maceta. Dentro de ella Denise tenía plantado un pequeño árbol que gracias a mis cuidados floreció. Me preocupó por un instante que el recipiente pronto dejara de ser adecuado para las dimensiones que llegaría a tener el árbol. Y entonces la vi. Sentada en una piedrecilla y resguardada debajo de la sombra que le hacían las ramas del follaje. Era una viejecita pequeña como el dedo índice de la mano. Llevaba lentes, falda larga y unas calcetas. Y estaba dentro del tiesto que contenía aquella planta. ¿Qué hacía allí? Por un momento intenté explicarme que tal vez se tratara de una figurilla de plástico que la nieta del médico jubilado habría olvidado. Pero no era así porque la anciana me miraba directo a la cara con el brillo de los ojos que sólo puede tener un animal o un ser viviente. Y me asusté porque de súbito comprendí la intensidad con que ella me amaba. Era un sentimiento de comprensión total, como si conociera por entero mi vida, desde el inicio hasta aquel momento en que me encontraba. Y presentí con una entera certeza que sabía también lo que habría de venir después. Como es de esperarse solté la jarra con la que echaba el agua. Me tallé los ojos para hacer algo, para no desmayarme, pero lo único que sucedió fue que a partir de entonces cuando me asomo para arreglarme en el espejo me cuesta más distinguir a la mujer joven que era yo antes. De verdad.
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elizabethvilla
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elizabethvilla
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